Niveles de referencia en sistemas ganaderos: claves para identificar impactos

Por Pablo Manzano. International Consultant on Livestock and the Environment. Nairobi (Kenya)

El uso de niveles de referencia o baselines es habitual en estudios académicos en una gran variedad de disciplinas. El cociente de inteligencia, por ejemplo, ajusta el nivel de referencia (con valor 100) al cociente medio de la población, a pesar de que éste cambia significativamente entre generaciones (el llamado efecto Flynn). Variables importantes en cooperación internacional, como el bienestar o la calidad de la gobernanza también están sujetas a criterios subjetivos que necesitan de niveles de referencia.

A la hora de medir impactos ambientales resulta esencial establecer dichos niveles de referencia, pero hay una gran variación dependiendo de qué áreas geográficas estudiemos. En el caso del deterioro de la biodiversidad, por ejemplo, es habitual que se tome como referencia la llegada de los colonizadores europeos en países como Estados Unidos o Nueva Zelanda, pues es la época de cuando hay registros históricos y es problemático saber qué había antes exactamente. Esto introduce un relativismo importante, pues es evidente que los indígenas amerindios o polinesios causaron extinciones y alteraciones muy importantes. En el caso de la cuenca mediterránea, la alteración es tan importante y tan antigua que, por ejemplo, es muy difícil saber qué especies son autóctonas y cuáles son alóctonas.

El caso de África es aún más difícil, pues alberga los gremios de megaherbívoros mejor conservados del planeta, pero a la vez han coevolucionado con humanos. Aquí los impactos antrópicos son más antiguos, y a la vez el registro histórico es el más pobre de todos. Los ecosistemas africanos, sin embargo, ofrecen por esa presencia de megafauna ciertas claves importantes para el establecimiento de niveles de referencia. Es aquí donde el paradigma del bosque como culmen ecológico, inalterado desde Humboldt y continuado por Darwin, Clements y muchos otros, se resquebrajó por ver en acción tanto al fuego de las sabanas como a los elefantes tirando árboles abajo.  Las sabanas, no cabe duda, son un paisaje natural en África. La fauna africana actual es muy importante para lo que veremos a continuación.

Pero antes reflexionemos sobre los impactos ambientales de la ganadería. Cada vez hay más preocupación por cómo las emisiones de metano de los rumiantes contribuyen a cambiar el clima, desde el documental “Cowspiracy” hasta multitud de artículos en prensa, pasando por la adopción de dietas veganas como opción de activismo ambiental.  La mala prensa climática de la ganadería no es exclusiva de la producción industrial. A la ganadería pastoril, con multitud de beneficios ambientales bien definidos, se le achaca sin embargo una huella climática mayor. Primero, la emisión de metano aumenta con dietas ricas en celulosa, es decir, hierba. Segundo, la menor producción en extensivo causa una mayor relación de metano por kg de producto. Así, se llega al punto de recomendar activamente la sustitución de rumiantes por monogástricos (cerdos y pollos) o aumentar la ración proteica de rumiantes mediante la provisión de grano como estrategia climática en un mundo donde la demanda de carne y lácteos, sobre todo en economías emergentes, no hace más que aumentar según la FAO.

¿Pero tiene esto sentido, teniendo en cuenta que el cambio climático es cosa de 200 años? Los pastores llevan siendo parte de la cultura humana 10.000 años, y su un volumen de actividad hace 6.000 era suficiente como para retrasar la desertización del Sáhara medio milenio. Evidentemente, algo tiene que estar mal en la metodología para que estemos achacando un problema tan nuevo a una práctica tan vieja. Este enigma se ha intentado solventar, primero, pensando que los pastos mitigarían más efecto climático del que causan, tesis muy popular tras una charla TED de Allan Savory que se ha convertido en viral; sin embargo, esa tesis ha sido rechazada cuando ha sido examinada exhaustivamente. También se ha planteado hacer una equivalencia de los beneficios ambientales no climáticos contra el impacto ambiental climático, pero eso tampoco explica el enigma de por qué el pastoreo no cambió el clima mucho antes.

Volvamos ahora a los niveles de referencia, un aspecto no introducido hasta ahora en los análisis de impacto climático de la ganadería. Sí se usan en ciencia climática en general, en aspectos tan fundamentales como que el vapor de agua es, con mucho, el gas de mayor efecto invernadero – y afortunadamente, porque nuestro planeta de otro modo no sería habitable. Es necesario plantear qué escenarios de niveles de referencia debemos usar también para los impactos de la ganadería, y es lo que he planteado en una publicación reciente. Aquí África nos dice que el escenario natural contempla paisajes dominados por herbívoros, bien bisontes y cérvidos a la llegada de los europeos, o bien antes de que desaparecieran los megaherbívoros en Norteamérica o en Siberia. En todos los casos se comprueba que las emisiones, dentro de las incertidumbres, serían del mismo orden que las que causa ahora la suma de ganadería extensiva e industrial: 84% en el escenario precolombino, y aún mayores en el escenario de la megafauna ¿Y si no hubiera herbívoros? En este caso, la celulosa la debería descomponer algún otro organismo. Una vez más mirando a África, las termitas se erigen como principal candidato, pues causan un 4% de las emisiones de metano actuales y, sin herbívoros mamíferos que les hicieran la competencia, multiplicarían su número y sus emisiones.

Comparación entre diferentes escenarios: pastos abandonados, ganadería extensiva y agricultura intensiva. Fuente: adaptado y traducido del artículo original publicado en inglés en «Climate Research» (Manzano & White, 2019) con permiso de la editorial.

Puede parecer que, al hablar de sistemas extensivos, tengamos la impresión de estarnos enfocando en sistemas marginales. Sin embargo, el 46% de las dietas mundiales de la ganadería consisten en hojas y hierba. Teniendo en cuenta que ni cerdos ni pollos son capaces de digerirlas, su importancia en la dieta de rumiantes tiene que ser muchísimo mayor aunque se trate de sistemas mixtos. Pudiera parecer, por otra parte, que las sabanas son algo tropical y sin relevancia para los países de clima templado. Sin embargo, los cálculos hechos por William Bond (2005) revelan que muchos de los paisajes que creemos forestales, en Europa Occidental, Este de Estados Unidos, India o China, serían con megaherbívoros mucho más parecidos a una dehesa que los bosques cerrados que ahora damos por naturales. Y lo que es más interesante aún: según los datos publicados por el IPCC, sabemos que esos paisajes sabanoides con abundancia de pastizales son capaces de almacenar tanto  o más carbono que los bosques, aunque la mayoría del mismo es invisible por estar bajo tierra.

Probablemente, lo más interesante de aplicar niveles de referencia es que es aplicable a otras áreas. Por ejemplo en huella hídrica es habitual oír que una hamburguesa necesita miles de litros (dos mil, cinco mil, diez mil…). Sin embargo, escasas veces se entra a distinguir entre agua “verde”, “azul” y “gris”, conceptos que se manejan en Análisis de Ciclo de Vida y cuya distinción en la huella hídrica es clave. El «agua verde» es el agua de la lluvia, pero eso quiere decir que en las metodologías usadas se están incluyendo como huella hídrica esos litros que van a caer sobre los pastos sí o sí, los use el ganado o no. in embargo, el agua azul es el agua de ríos, estanques o lagos que necesitamos canalizar y que es crítica para usos de agricultura o de consumo humano. Y que por supuesto tiene un gran impacto ambiental en los ecosistemas acuáticos, porque se la quitamos al río. O sea, que el uso del agua azul tiene un impacto ecológico tremendo, mientas que el uso de agua verde, básicamente, no lo tiene. Esto explica la diferente sostenibilidad del sistema ganadero industrial vs. trashumante/extensivo. El agua gris es el agua contaminada vertida tras usarla en las explotaciones. Éste es un problema de la ganadería industrial; las excretas del ganado a pasto se reparten a baja densidad y en vez de contaminar, fertilizan adecuadamente.

En biodiversidad pasa algo parecido. En Análisis de Ciclo de Vida en un principio se han evaluado todos los efectos de la ganadería como negativos pero, afortunadamente y tras incorporar a las discusiones a ecólogos de pastizales, la publicación de referencia de la FAO ha incorporado tanto impactos negativos como positivos, que además van aparejados.

No es, entonces, sorprendente que la ganadería extensiva se muestre como una opción viable para suplir a la población humana de sus necesidades nutricionales. El uso de niveles de referencia al calcular los impactos de la ganadería muestra que (i) los procesos seminaturales se integran en el ecosistema con todas las consecuencias (también las positivas), (ii) el verdadero problema está en los combustibles fósiles, y (iii) se puede trabajar para mitigar los efectos de las emisiones de la ganadería, por ejemplo en situaciones de doble ganancia como usar biogas del estiércol que mejoren la calidad del aire de las cocinas del tercer mundo. Pero es importante leer la carga política  de las acciones que proponemos, y hacer análisis de escenarios para saber sus consecuencias.

Artículo de referencia:

Manzano & White (2019). Intensifying pastoralism may not reduce greenhouse gas emissions: wildlife-dominated landscape scenarios as a baseline in life-cycle analysis. Clim Res 77:91–97 https://doi.org/10.3354/cr01555

Puedes ver en este LINK la presentación realizada por Pablo Manzano en la jornada “Explotaciones Agrarias, sistemas agroalimentarios y sostenibilidad” realizada en INTIA el 27/09/2019

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