El momento es ahora (otra vez)

Ayer comenzó la cumbre del clima (COP21) en un París cercado por el miedo y los temores (fundados) a nuevos ataques terroristas. En este clima, el Gobierno socialista de la República ha presentado una propuesta en la Asamblea Nacional para “fortalecer la seguridad de la nación” a costa de limitar, entre otras, las libertades individuales y de asociación. Los “daños colaterales” de esta acción, ampliamente respaldada por todos los representantes de la ciudadanía francesa en la Asamblea, son numerosos. Entre ellos, la imposibilidad de ejercer el derecho a manifestarse pacíficamente para reclamar acciones concretas de gobiernos y corporaciones que detengan la escalada de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que ponen ya en serio riesgo la vida de muchos seres humanos en nuestro Planeta.

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Las repercusiones de esta prohibición son especialmente preocupantes debido a la relevancia que esta cumbre tiene en el marco de las negociaciones climáticas que se vienen celebrando cada mes de diciembre. La atención mundial que suscita este encuentro, en el que se han volcado muchas esperanzas, es uno de los factores que puede contribuir a que sus resultados supongan acciones que lleven a un descenso real de la emisión de gases de efecto invernadero, así como a la adaptación a las consecuencias del cambio climático. Por ello, la prohibición de manifestación en este momento crucial es un golpe contra los esfuerzos por conseguir un acuerdo final ambicioso y muy necesario.

¿Por qué es tan importante esta reunión, la número 21 desde que se iniciaron en 1995?

Por un lado, la COP21 debe su importancia al momento climático y, por otro, al cúmulo de fracasos que estas reuniones vienen cosechando. En lo que a la ciencia se refiere, se ha establecido el límite de los 2ºC como el incremento máximo – con respecto a los niveles preindustriales – que la Tierra podría soportar para evitar interferencias antropogénicas peligrosas con el sistema climático, aunque muchos científicos de primera línea defienden que el límite debería situarse en 1,5ºC.

Según la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), las posibilidades de evitar esta interferencia aumentan significativamente si nos situamos por debajo de 450 ppm de CO2eq (Figura 1). En 2012 estábamos en 435 ppm, y, como se puede ver en el gráfico, las emisiones se han disparado desde mediados del siglo pasado, cuando había unas 310 ppm. A pesar de los últimos esfuerzos de algunos países (no es el caso español, pese a que el actual Comisario de Acción por el Clima y Energía de la UE es el anterior Ministro de Medio ambiente y Agricultura), el futuro no es alentador. Por tanto, el momento de actuar es ya, puesto que cada año que pasa sin hacerlo el problema se agrava y las soluciones se complican (y encarecen).

ppm CO2

Figura 1. Concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2) medidas en Mauna Loa (en rojo) y en el Polo Sur (en negro) desde 1958. Fuente: IPCC, 2013, Summary for Policymakers. En Climate Change 2013 The Physical Science Basis. Contributions of Working Group I to the Fifth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change.

Por otro lado, en la cumbre de Copenhague de 2009 las esperanzas mundiales se vieron truncadas al fracasar el objetivo de lograr un acuerdo global vinculante post 2012 (fin del primer periodo del Protocolo de Kioto). La firma de este acuerdo fue emplazada a París. Si las altas expectativas puestas en la cumbre de la próxima semana tuvieran que postergarse para un futuro acuerdo, una vez más, supondría una muy importante merma en la energía y tesón de las personas que están esforzándose por solucionar el problema climático. Hecho que, a su vez, se traduciría en más complicaciones en futuras negociaciones y acuerdos menos justos, siempre justificables por la urgencia ineludible de las soluciones. Chapuzas y abusos que se defenderán por la “responsabilidad” de hacer frente al problema, pues (muy) tarde o temprano éste habrá de abordarse.

Sin embargo, esta vez no ha habido (ni habrá) imágenes de gente manifestándose por las calles de París. Esta censura (que ha llevado al tiempo a la detención domiciliaria preventiva de 24 activistas), además de ser una oportunidad perdida de mostrar ante el mundo un grito firme de responsabilidad ciudadana e institucional, es un palo en la rueda de las soluciones. La presión ciudadana y la atención mediática son importantes para impulsar acuerdos de máximos, pero también para lograr compromisos y medidas unilaterales tanto en el sector público como en el privado. Lo vimos en Copenhague, donde, pese al fracaso de las negociaciones y el acuerdo colectivo, varios actores anunciaron sus medidas unilaterales para frenar el cambio climático. DONG Energy (la compañía nacional danesa de energía), por ejemplo, se comprometió a cerrar varias plantas de carbón al final de la cumbre, y el gobierno de Dinamarca prometió generar el 100% de su energía mediante tecnologías renovables en 2050. Estos gestos, por supuesto incluidos dentro de estrategias empresariales y políticas, fueron favorecidos por la celebración de la cumbre en Dinamarca y la atención que la lucha contra el clima suscitó durante esas semanas, y tienen un efecto positivo.

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La manifestación de París fue sustituida por un acto simbólico en el que se colocaron 20 mil pares de zapatos junto al monumento de la Plaza de la república en el que se recuerda a las 130 víctimas de los asesinatos del día 13 de Noviembre.

Que ocurra algo parecido en París se ve dificultado por las medidas impulsadas por el Gobierno francés. Ciertamente, no se pueden desligar los atroces ataques ocurridos hace unos días en París (como los anteriores en Madrid, Nairobi, etc.) de la sinrazón y locura fanática de una minoría social, cocinadas en el caldo de los intereses geoestratégicos de gobiernos supuestamente democráticos. Como tampoco se puede negar que la creciente situación de desigualdad que sirve de acicate para buscar asilo – material o moral – en estos grupos extremistas está relacionada con los cambios en el clima provocados por un modelo de sociedad sostenido en el consumo incesante de recursos.

El fanatismo no es una característica intrínseca de ciertas personas o culturas, sino, en muchas ocasiones, la consecuencia desafortunada de la desesperación y la frustración. La solución del problema climático es necesaria para generar estabilidad en diferentes lugares del planeta y, a escala global, supondría una vía para acabar con la pobreza y las desigualdades. Ha de imperar una mirada responsable al futuro que venga a contestar al terror y al odio entre seres humanos. Un ataque terrorista puntual, por grave y despiadado que sea, no puede servir para poner en peligro las negociaciones que lleven a un acuerdo serio (por fin) y ponga freno las emisiones de GEI al tiempo que impulsa políticas de adaptación y mitigación efectivas.

En estas circunstancias, corremos el riesgo de perder una gran oportunidad de decirles a todas las pobladoras de este planeta que estamos decididas a luchar juntas, desde YA, para frenar la degradación ambiental que está detrás de muchas de las tragedias que nos asolan y tememos. De las que ya han roto los cristales de los espejos cóncavos y convexos de la realidad deformada y esquizofrénica que vivimos, y de las que están por llegar si no (nos) decimos: ¡Basta ya!

Nos sobra información, al menos en esta parte del mundo. Los expertos del IPCC, médicos, físicos, economistas, nutricionistas… nos dicen que la fiesta ha terminado… que eso que se oye no es un tambor sino el crujir del hielo bajo nuestros pies… y que la pelota está en nuestro tejado. O cambiamos el modelo ya, o entendemos e interiorizamos que nuestras acciones cotidianas tienen efectos devastadores aquí y allí, o el último que apague la luz (si no ha cortocircuitado antes todo el sistema).

Ivanka Puigdueta Bartolomé & Alberto Sanz-Cobeña

Razones de peso para mitigar el cambio climático

Recientemente leí este artículo (Perez et al., 2015) sobre el cambio climático registrado en la Comunidad Valenciana en los últimos 60 años. Creo que sus conclusiones son muy relevantes, no tanto por el cambio que ya se ha producido, sino porque confirma la tendencia de cambio climático prevista a nivel regional para España por AEMET (http://www.aemet.es/en/elclima/cambio_climat/escenarios), y que puede tener repercusiones muy relevantes en el sector agroforestal.

Cuando se comunica a la sociedad los principales efectos del cambio climático tengo la impresión de no acabamos de visualizar el problema. Todos sabemos lo del incremento de temperaturas, el aumento de fenómenos climatológicos extremos, el deshielo de los glaciares o el aumento del nivel del mar… Pero creo que nos cuesta imaginarnos cómo nos va a afectar en la práctica, es decir, cómo será un futuro en un escenario de cambio climático. Sin embargo, el cambio climático está teniendo ya efectos regionales y los va a tener en nuestras vidas.

Este artículo, publicado en Atmospheric Research en 2015, a través de una revisión de datos desde 1948 hasta 2011, confirma el cambio climático registrado en la Comunidad Valenciana. El incremento de temperatura oscila alrededor de 1ºC, pero es más acusado en las zonas montañosas (de hasta 2ºC). En los valles el incremento en promedio es menor (alrededor de 0.3ºC), habiéndose registrado incluso descensos de temperaturas en los meses de invierno en algunos observatorios. Esta diferencia entre zonas montañosas y valles parece deberse a los cambios en los patrones de presiones atmosféricas y el régimen de vientos. Más concretamente, se cree que estos cambios están favoreciendo la estabilidad atmosférica y por tanto los fenómenos de inversión térmica (menor temperatura en las zonas más bajas).

Los autores también describen una tendencia a la continentalización, es decir, la amplitud térmica diaria se está incrementando. Este aumento de la diferencia entre temperaturas máximas y mínimas diarias se debe principalmente al aumento de las temperaturas máximas. Igualmente, los cambios registrados no se distribuyen igual a lo largo del año, concentrándose en los meses de primavera y verano (especialmente en junio).

Otros estudios como los de Millan et al. (2005) indican que este cambio está asociado a ciertos cambios en el régimen de precipitaciones en esta región. Más concretamente, se ha detectado una disminución de precipitaciones procedentes de frentes atlánticos y de situaciones convectivas (tormentas de verano), y se han incrementado las precipitaciones asociadas a frentes fríos con aporte de humedad del mediterráneo (“gotas frías”). Esto supone una importante reducción de las precipitaciones veraniegas en zonas de montaña y contribuye a agravar los problemas hidrológicos al ser menos efectivas las precipitaciones de las gotas frías (ya que se producen más cerca de la costa y no en las cabeceras de los ríos). Los efectos más patentes se están produciendo ya en los ecosistemas de montaña, que precisamente son de gran valor ecológico en la región.

Precisamente estos resultados van en la línea del informe sobre escenarios de cambio climático de AEMET, que indica un aumento entre 2 y 6ºC (según escenarios), concentrados en las temperaturas máximas de los meses de primavera y verano. Cualquiera que esté en relación con el medio agrícola, ganadero o forestal puede comprender las consecuencias nefastas que tendrían estas previsiones, en caso de producirse, sobre nuestras producciones agrarias y nuestros ecosistemas.

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Si el medio agroforestal contribuirá al cambio climático o será parte de su solución, está por ver. Lo que sí está claro, es que el sector agroforestal español se verá expuesto y padecerá en gran medida los efectos que el cambio climático ocasionará en nuestro país. Es decir, probablemente en las próximas décadas nos moveremos en un escenario que deberá combinar esfuerzos importantes tanto de mitigación como de adaptación.

Por último, creo que es esencial que en Remedia mantengamos un seguimiento de este tipo de estudios, y añadir razones de peso a nuestro argumentario para la divulgación a la sociedad, y sobre todo a los lugares donde se están tomando decisiones.

Autor de la entrada: Salvador Calvet Sanz

Instituto de Ciencia y Tecnología Animal

Universitat Politècnica de València

Basado en los siguientes artículos:

 Pérez, J. J. M., Navarro, M. J. E., & Cantos, J. O. (2015). Statistical downscaling and Attribution of air temperature change patterns in the Valencia region (1948-2011). Atmospheric Research.

 Millán, M., Estrela, M.J., Miró, J.J., 2005. Rainfall components: variability and spatial distribution in a mediterranean area (Valencia Region). J. Clim. 18 (14), 2682–2705.

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Aquí estamos todos los que estuvimos en REMEDIA2015 (Salvador está atrás del todo)

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Pronto detallaremos cómo colaborar en el proyecto Mitigando ConCiencia y Alimentación: Programa de Actividades para la Divulgación de la Ciencia del Cambio Climático en el Sector Agroalimentario Español”, apoyado por la Fundación Biodiversidad y Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. 

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